Opinión

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De un Héctor a otro Héctor. Luis H.Álvarez.
Por Octavio Vargas.

“… más que repartir culpas, debemos vernos en el espejo de nuestra propia conciencia, porque los males sociales existen en la medida en que los ciudadanos los toleramos.” — Luis Héctor Álvarez.

Manuel Gómez Morin, fundador el Partido Acción Nacional, en palabras propias de uno de los pocos baluartes éticos que quedan de ese instituto, fue el responsable de que Luis H. Álvarez incursionara en la política partidista: candidato a gobernador (a pesar de no ser un militante activo del partido, perdió la elección frente al candidato del PRI, Teófilo Borunda), candidato presidencial (2 años después, en 1958, frente a Adolfo López Mateos, siendo nuevamente derrotado), presidente nacional del PAN (en 1987 y reelecto en 1990; durante su periodo se reconocieron los primeros triunfos electorales a gubernaturas: en Baja California y Chihuahua, y mediante negociaciones, en Guanajuato), Senador de la República (1994-2000), y presidente municipal de Chihuahua (1983), así como coordinador para el diálogo por la paz en Chiapas (2000) -nunca estableció contacto con la dirigencia del EZLN- y comisionado para la atención de los pueblos indígenas (2006-2009), consejero para la Atención a Grupos Vulnerables (2009).
Para Luis H. Álvarez (quien conoció a Gómez Morín en 1956 durante una asamblea estatal panista en la que se buscaba a un abanderado a gobernador) el mensaje ético de Gómez Morin sigue vigente “porque prevalecen en nuestro país contrastadas condiciones de vida entre sus habitantes, la opulencia al lado de la miseria, así como, en gran medida, la ausencia de valores éticos en el quehacer político”. Publicó el libro “La Política: Júbilo y esperanza”, en el que se abordan 53 cartas que le escribió a Gómez Morin y 76 que este último le envió; documentos que reflejan el pensamiento y la relación de maestro y aprendiz trabada desde la oposición a un gobierno que monopolizaba la política en México. Se resalta en ambos la convicción de que la labor política debe llevarse a cabo con júbilo y esperanza, en tanto que la política se trata de un cambio en la realidad nacional, marcada, antes como ahora, por una poderosa y visible desigualdad que lastima las conciencias más empáticas y solidarias.
Si bien, para panistas de cepa (los menos) y de ambición de poder (los más), Luis Héctor Álvarez a razón de su fallecimiento es un referente de ética y de valores partidistas, para recomponer el rumbo de su partido y rendirle un efectivo homenaje al ilustre personaje, unos y otros deberían aprender con el ejemplo de vida de aquél que la relación política con un mentor es de respeto y de consejo, de cercanía y de humildad de pensamiento, y que las fórmulas dictadas en la docilidad de la oposición hacen más profunda la desigualdad y los males sociales, así como que, al igual que el otro Héctor, de la Ilíada, la resistencia y las acciones gallardas son los verdaderos motores del cambio.
PD para principiantes: en 1956, al perder frente al candidato Borunda, alegó fraude electoral que lo llevó a encabezar una caravana de Chihuahua hasta la Ciudad de México; después, siendo presidente municipal en 1983, sostuvo una lucha constante con los gobiernos estatal y federal a los que acusaba de no entregarle recursos y participaciones legales; estos hechos lo llevaron a una huelga de hambre de 40 días, en los que protestó además contra el fraude electoral llevado a cabo en las elecciones de 1986. Para 2010, el Senado de México, en reconocimiento a su lucha por la desigualdad del país, le otorgó la Medalla Belisario Domínguez.

@vargasargota
Abogado y Analista Político.

Redacción

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