Opinión

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Números y Percepción.
Por Octavio Vargas
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Octavio VargasEl problema central de la actual administración federal en manos de un desdibujado PRI, radica en que a su líder se le han abierto varios frentes de batalla al mismo tiempo, adicionándose a su falta de credibilidad y a su incapacidad de operación política. Y ese líder ha comenzado a resentir los efectos de sus tropiezos de forma tal que tampoco cree en él mismo.

 

No se tiene ya, si es que en algún momento la tuvo, confianza en sí mismo, ni cuenta con el respaldo abierto de los grupos que lo llevaron a Los Pinos ni con el de su propio partido.
El problema no es de números ni de percepción como sucedía en las administraciones priístas hasta antes del 2000.

 

No basta con maquillar las cifras de la pobreza, del desempleo, de la inseguridad, de toda la actuación de las instituciones del estado en general.

 
Así como los progresivos desaciertos en que ha incurrido el presidente han modificado de forma delicada la grave realidad nacional por cuanto a la utilidad de la máxima institución de la democracia -que por mandato popular detenta-, es momento pertinente para darse cuenta de que sus yerros más que erosionar la institución presidencial están lesionando la legitimidad del estado, y por ende, de la república y de sus instituciones.

 
La aceptación del estado conlleva a la estabilidad histórica y a la paz social. Y un estado en donde fallan las instituciones desestabiliza a la república tanto como forma de gobierno y como espacio público que abona a la identidad y da sentido de pertenencia.

 

Las consecuencias de los desatinos del peñato son: la crisis de legitimación del poder, puesto que con acierto, se cuestiona ahora su utilidad pública; el ahondamiento de la escasa soberanía nacional que existía hacia el exterior; la pérdida del poder de deliberación hacia el interior provocando que el espacio público sea utilizado como medio de inconformidad causando afectación a los derechos de terceros en tanto que se ha roto el equilibrio de la conciliación de derechos y obligaciones de unos para con otros; y otro no menos grave es la pérdida de la capacidad para garantizar la seguridad pública.

 
Sin embargo, en otro error que muestra la ausencia de lo que en política debería de ser básico, los cañones priístas apuntan hacia a donde están los números y la percepción del votante promedio apostando a que el “dividir para vencer” podría darle los resultados electorales esperados, mediante, valga la literalidad de la expresión, una batalla campal que pone a todos los sectores de la sociedad contra todos; verbigracia, las madres arrodilladas frente al Secretario Osorio Chong implorando sensibilidad y resultados no obtenidos por la inoperancia de esa institución; o los diversos grupos empresariales, fieles a su constumbre, amagando con detener el flujo de importantes cantidades de dinero debido al conflicto magisterial irresuelto por la incapacidad política y de nuevo la inoperancia gubernamental, así como otros empresarios determinados a no pagar impuestos (como si alguna vez los hubieran cubierto completos).

 

La impotencia de los sectores sociales frente a la abnegación que solicitan los actores políticos corrompidos por los excesos del abuso de lo público se traduce en inconformidad, ésta en enojo y éste en protesta, y a su vez, la protesta en una especie de insurgencia.

 

La nueva insurgencia que se vive a lo largo y ancho del país no es una cuestión de números y percepción, pues deriva en la desaprobación al estado, a sus instituciones, al modelo y al sistema político que antepone el bien personal al bien común. La consecuencia de la presente administración será la desestabilización histórica de una nación que quiso pero no pudo.

@vargasargota
Abogado y Analista Político

Redacción

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